Riqui Puig tiene luces y sombras. Las claras tienen que ver con su fútbol, ​​su desparpajo su personalidad su proyección. Las sombras con su falta de continuidad en ciertos episodios entre bastidores y con los que no gustaba Valverde, tampoco convencieron a Setién y Koeman le mostró la puerta de salida al poco de llegar. Él, mientras tanto, se rebela contra las curvas del camino, convencido obstinadamente, de seguir en el Barça para vivir momentos como el de este miércoles en Córdoba.

A pesar de sus pocas apariciones públicas Riqui tiene habilidad, casi igual que con el balón aún más contundente. Recuerde su dardo a Kluivert cuando le aconsejó irse cedido hace dos años. Al final del partido ante la Real pasó por los micrófonos de Vamos para dejar claro que no se mueve del Barcelona por mucho que Koeman le ponga en la lista de posibles salidas, le critique públicamente o sean un puñado de equipos interesados ​​en su tarea.

 Nunca he perdido mi sonrisa. Soy un niño bastante feliz, que aunque no juegue las cosas me van muy bien, tengo mi familia, salud y No me puedo quejar de nada. Si Ronald me da minutos se lo agradeceré y lo aprovecharé y sí no, para seguir trabajando. ¿Tirar la toalla? Eso nunca después de tantos años en el club, que tanto me ha costado llegar al primer equipo y ahora que estoy allí.

No voy a tirarlo. Ese párrafo resume cómo Riqui se ha tomado la temporada de su debut como jugador número 12 del primer equipo ciertamente periférica cuando quedaban libres el Araujo de Guardiola 4 o el Glenn de Xavi. Sabe que tiene defensores y detractores una historia que tiene sus paralelos con Iván de la Peña. Pero decide consumir sus oportunidades este año a la espera de los cambios que pueda traer el nuevo presidente. No es ningún secreto que a Xavi le encanta.

Esa decisión tiene sentido anoche. Las bajas y el apretado calendario le abren un hueco en la semifinal de la Supercopa. Y lo aprovecha con ese desparpajo que no teme al fracaso. El escenario que quería protagonizar no podría ser más peligroso. Ejecuta el quinto penalti. Koeman pidió un voluntario y ahí se lanzó el de Matapedrera. El destino quiso que el pase estuviera en sus botas. Y no falló. Cuando atrapé el balón supe que iba hacia dentro.